Por Allison Webster, PhD, RD | 11 de enero del 2018
Última actualización 11 de enero del 2018
Aquí en la Fundación IFIC y en mi tiempo como investigadora de nutrición, he leído montones de estudios que muestran que algunos sujetos de investigación mostraron un beneficio para la salud de una intervención dietética, mientras que otros respondieron de la manera opuesta o no respondieron en lo absoluto. Una de las explicaciones típicas es que la “variación genética” jugó un papel en las diferencias. Pero, ¿cuáles son estas variaciones genéticas? ¿Cómo interactúan los alimentos que comemos con nuestros genes? ¿Y cómo se relaciona esto con nuestra salud en general? Estas preguntas están en el corazón de un área en desarrollo de la ciencia llamada nutrigenómica.
Primero lo primero, hablemos de genética
Antes de que podamos profundizar en los detalles, un poco de Genética 101 nos caería muy bien (lo sé, lo sé …). Pensando en la clase de ciencias de la secundaria, recordemos que los genes son los pedacitos de información que codifican todo, desde “tener el cabello rizado” hasta “crear una nueva célula muscular”; básicamente, son el manual de instrucciones del cuerpo. Los genes son los que componen nuestro ADN y el genoma es nuestro conjunto completo de ADN. Cuando la información codificada en nuestros genes se activa, se llama expresión génica. Si bien no podemos cambiar nuestros genes, podemos cambiar nuestra expresión genética haciendo cosas como hacer ejercicio, dormir o, en nuestra área de interés, comer.
¿Qué es la Nutrigenómica?
Ahora que hemos cubierto algunos aspectos básicos de la genética, hablemos de nutrigenómica. La Nutrigenómica estudia cómo nuestra composición genética individual contribuye a la forma en que procesamos lo que comemos y bebemos y cómo esto puede afectar los resultados de salud como la obesidad o el riesgo de enfermedad cardiovascular. Analiza la interacción entre los nutrimentos y otros compuestos dietéticos con el genoma humano, todo a nivel molecular. El trabajo en nutrigenómica comenzó hace unos 15 años después de la conclusión del Proyecto del Genoma Humano, donde aprendimos que mientras el 99.9 por ciento de los genes de todos son iguales, el 0.1 por ciento restante es responsable de la gran variedad de diferencias entre individuos. Esto incluye la respuesta de cada quién hacia las dietas.
Genes + Dieta = Estado de Salud
Hemos sabido por un tiempo que hay algunos genes específicos asociados con la intolerancia a la lactosa, la sensibilidad a la cafeína y el alcohol y condiciones de salud como la enfermedad celíaca. Pero cuando se trata de prevención o tratamiento de enfermedades, se aplicado un enfoque de nutrigenómica con mayor frecuencia en estudios sobre obesidad. Si bien la obesidad es una enfermedad compleja sin una causa específica, existen varios genes asociados a la obesidad cuya expresión puede alterarse mediante elecciones dietéticas. Por ejemplo, una variación del gen que codifica la masa grasa y la proteína asociada a la obesidad (FTO) está relacionada con tener un IMC más alto y un mayor riesgo de diabetes tipo 2. La investigación ha demostrado que al seguir una dieta mediterránea (piensa en alimentos de origen vegetal, proteínas magras, granos integrales, aceite de oliva y nueces), las personas con esta variación genética tienden a tener menor riesgo de diabetes en comparación con las personas que no están bajo una dieta de estilo mediterránea.
Comprender estas conexiones significa que ya no tendremos que jugar un juego de adivinanzas cada vez que probamos un alimento nuevo o sigamos un patrón alimenticio diferente. Al conocer nuestra composición genética, podemos predecir la respuesta de nuestro cuerpo a los alimentos, incluso antes de que lleguen a nuestros labios. Pero, por supuesto, no podemos ignorar los efectos de otros aspectos de nuestras vidas, como la edad, el género y la actividad física. Estas características juegan un papel importante en nuestra salud en general, aparte de los alimentos y bebidas específicos que consumimos.
Lo que no puede hacer (Aún)
Aunque todo esto suena realmente emocionante (¡el futuro es ahora!), es importante recordar que el campo de la nutrigenómica aún está en pañales: apenas hemos comenzado a desentrañar las intrincadas relaciones entre la dieta, el metabolismo y nuestra estructura genética. Los avances en la tecnología han permitido que la investigación de la nutrigenómica se expanda rápidamente, pero se necesita mucho más trabajo antes de que una dieta exclusivamente diseñada para ti, esté lista en el horario estelar. Varios estudios han intentado personalizar las dietas para bajar de peso o reducir el colesterol basándose en la información genética de los participantes en la investigación, pero muchos han tenido resultados decepcionantes.
Dicho esto, no es difícil imaginar un futuro en el que acudir al médico o a un dietista registrado implicará echarle un vistazo al perfil genético y poder irse del consultorio con un plan de comidas optimizado, para reducir el riesgo de enfermedades como la obesidad o la diabetes, con todo e ideas de recetas de cocina y una lista de compras. Hay mucho trabajo por hacer antes de llegar a ese punto y cuando lleguemos, la pregunta aún permanece: ¿realmente la seguiremos?