El Caso De Las Comunicaciones Enfocadas En El Consumidor Sobre Los Alimentos Ultra Procesados

Imagina un mundo donde la comunicación con el consumidor supere la velocidad del rigor científico. Donde conceptos que parecen tener una base científica y tienen sentido en la superficie, dan forma a las creencias, decisiones y comportamientos alimentarios de la vida real. Donde las opiniones, sentimientos y hábitos alimentarios y nutrimentales se forman y refuerzan durante generaciones.

Ahora imaginemos que la evidencia científica se pone al día y, de hecho, nos hemos adelantado, lo que genera consecuencias no deseadas relacionadas con las creencias y comportamientos alimentarios y nutrimentales de los consumidores y, posteriormente, con los resultados de salud. En realidad, es posible que estemos en este punto de inflexión con los alimentos procesados.

¿Qué es el procesamiento y los alimentos ultraprocesados?

El procesamiento es el paso que mantiene seguros gran parte de nuestros alimentos. El procesamiento de alimentos también reduce el desperdicio y desempeña un papel en la seguridad alimentaria y nutrimental de Estados Unidos.

Se han creado diversos sistemas para medir el nivel de procesamiento de los alimentos e identificar aquellos que son ultraprocesados (UPF, por sus siglas en inglés). En particular, existe una falta de consenso en torno a un sistema estandarizado, lo que dificulta probar científicamente cualquier impacto potencial del procesamiento de alimentos en la salud más allá de los efectos bien conocidos y relacionados con la nutrición. De hecho, se han desarrollado varias guías de investigación para abordar las brechas de investigación, incluida una del Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA).

Aun así, en los medios y el discurso público, las UPF a menudo se representan como “comida chatarra” y se vinculan con diversas enfermedades ambientales y de salud. También se han convertido en el enemigo público número uno de la orientación dietética en todo el mundo.

A pesar de los consejos de larga data, la calidad de la dieta sigue siendo difícil de alcanzar

Estados Unidos está experimentando una prolongada crisis de seguridad alimentaria y nutrimental: los estadounidenses están desnutridos. Las tasas de inseguridad alimentaria aumentaron del 2021 al 2022 y millones de estadounidenses viven en áreas de bajos ingresos y tienen poco acceso a supermercados cercanos. El puntaje promedio de calidad de la dieta del Índice de Alimentación Saludable (IES) es 59 sobre 100, una calificación reprobatoria. En resumen, somos una nación que consume muy pocas frutas, verduras, cereales integrales y lácteos y que padece una lamentable deficiencia de calcio, vitamina D, fibra y potasio.

Los consejos nutrimentales de larga data a menudo se centran en qué evitar: alimentos, ingredientes, nutrimentos y, ahora, el procesamiento. Este tipo de consejo es duradero y, en muchos aspectos, puede resultar inadecuado dado el estado de la calidad de la dieta en Estados Unidos. Satanizar aún más el procesamiento de alimentos, independientemente de la nutrición, probablemente actuará en contra de la seguridad nutrimental y la equidad en salud en nuestro país y no ayudará a que una mayor parte de nuestra población adopte (¡y disfrute!) patrones de alimentación que sean consistentes con las Guías Alimentarias para los Estadounidenses de EE. UU.

¿Qué hay para cenar?

Al final de cada día, en un entorno de mensajería global desordenado y confuso, los consumidores se quedan solos preguntándose: ¿Qué y cómo voy a preparar y servir una cena sana y equilibrada que se ajuste a mi presupuesto y que mi familia comerá y disfrutará?”.

Las investigaciones y los conocimientos de los consumidores del Concejo Internacional de Información Alimentaria (IFIC) cuentan esta historia:

  • Cada año, desde el 2010, la Encuesta sobre Alimentación y Salud del IFIC ha demostrado que el sabor es el principal factor a la hora de tomar decisiones alimentarias. El precio suele ocupar el segundo lugar, y la salud y la comodidad suelen ocupar el tercer y cuarto lugar, respectivamente.
  • Los datos de la investigación del IFIC publicada recientemente, Percepciones públicas de los alimentos procesados en una dieta saludable, revelan que sólo la mitad de los encuestados (53%) cree que los alimentos procesados pueden encajar en una dieta saludable, sin embargo, la mayoría también dice que come alimentos procesados (96%).
  • Más de 6 de cada 10 estadounidenses dicen que intentan evitar los alimentos procesados al menos algunas veces.
  • Sin embargo, más de 7 de cada 10 consumidores reconocen que no entienden del todo o no pueden explicar del todo qué son los alimentos procesados.
  • Los consumidores compran alimentos envasados por muchas razones, incluida la facilidad de preparación (33%), el sabor (32%), el almacenamiento más prolongado (29%) y porque son nutritivos o saludables (22%).

Vamos a arremangarnos

Si bien la evidencia científica y las conversaciones correspondientes sobre los alimentos procesados continúan evolucionando, los expertos en salud y los científicos coinciden en que mejorar la calidad de la dieta es el objetivo final. Debemos poner en contexto la ciencia emergente sobre los alimentos procesados y traducir el consenso científico de una manera que motive a las personas a crear y mantener hábitos y, en última instancia, dietas más saludables.

El comportamiento del consumidor es salud pública. También debemos explorar y elevar una estrategia basada en el comportamiento centrada en el consumidor que mejore la calidad de la dieta en los EE. UU. IFIC prevé que la base de este trabajo sea una investigación conductual sobre lo que los consumidores consideran, sienten y hacen al tomar decisiones a lo largo de su recorrido alimentario, desde inspiración para la compra hasta el consumo. Estos conocimientos de investigación nos ayudarán a comprender y compartir consejos prácticos que ayuden a personas reales a tomar decisiones informadas sobre alimentos seguros, asequibles, convenientes, nutritivos y deliciosos que se ajusten a las necesidades y preferencias culturales para, en última instancia, reforzar la calidad de la dieta y la salud pública.

Podríamos seguir haciendo lo mismo y esperar otro resultado. O podemos comenzar ahora, con un enfoque nuevo y novedoso, que ayude a los consumidores a determinar qué acciones pueden (y tomarán) para mejorar la salud y la felicidad de ellos y sus familias.