Por Allison Webster, PhD, RD | 2 de marzo del 2018
Última actualización 2 de marzo del 2018
Aquí en la Fundación IFIC y en Internet, estamos viendo, leyendo y escribiendo más y más acerca de la nutrición personalizada. Nuestra genética y el medio ambiente desempeñan un papel importante en la forma en que nuestro cuerpo responde y utiliza ciertos alimentos y nutrimentos. Hoy nos enfocaremos en el sodio.
El sodio es un mineral vital que compone la mitad del cloruro de sodio, más comúnmente conocido como sal de mesa. Podemos agregarlo a los alimentos cuando espolvoreamos sal en sopas, pasta o vegetales tostados y también se encuentra en muchos alimentos empacados, donde no solo agrega sabor, sino que también aporta funciones de textura y de conserva. El 90% del sodio que consumimos está en forma de cloruro de sodio, pero otros compuestos como el nitrato de sodio y el nitrito de sodio se usan como agentes antimicrobianos en algunos alimentos. Más del 70 por ciento de nuestra ingestión de sal proviene de alimentos envasados o de restaurante, el 10 por ciento se agrega durante la cocción o en la mesa y del 10 al 15 por ciento se da naturalmente en los alimentos, especialmente en las carnes. Las frutas y verduras son naturalmente bajas en sodio.
¿Cómo afecta el sodio a nuestra salud?
Todos nosotros necesitamos una pequeña cantidad de sodio para mantener nuestros cuerpos funcionando como deberían. Es fundamental para cosas como la función muscular (incluyendo el corazón) y para mantener nuestro sistema nervioso funcionando correctamente y ayuda a controlar el equilibrio de líquidos. Las Guías Dietéticas 2015-2020 para los estadounidenses recomiendan que consumamos menos de 2300 miligramos (mg) de sodio por día, que es la cantidad de sodio en aproximadamente una cucharadita de sal de mesa.
Sin embargo, es bien sabido que la mayoría de los estadounidenses, un estimado del 90 al 95 por ciento de nosotros, comen mucho más que esto (3400 mg en promedio, todos los días). Por lo general, nuestros riñones hacen un gran trabajo al regular nuestro consumo de sodio al excretar lo que no necesitamos en unas pocas horas. Pero cuando este sistema se desajusta, pueden surgir problemas. Consistentemente consumir demasiado sodio, durante varios años, ejerce un estrés adicional sobre el corazón y los vasos sanguíneos. Con el tiempo, esto puede contribuir a la presión arterial alta. La presión arterial alta, también llamada hipertensión, está asociada con el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. Existen otros factores de riesgo para la hipertensión, como el sobrepeso u obesidad, una dieta no saludable y la falta de actividad física, por nombrar algunos. Además de realizar otros cambios en el estilo de vida, como comer bien y hacer más ejercicio, disminuir la ingestión de sodio es una forma de reducir la presión arterial.
Entonces, ¿cuál es el aspecto “personal” de esta conexión de salud?
A pesar de que es importante tener Guías Dietéticas para la población de los EE.UU., en su conjunto, la investigación continúa demostrando que “una talla única” no aplica para todos. Las respuestas de la presión arterial al consumo de sal en la dieta, varían considerablemente de persona a persona, un fenómeno llamado sensibilidad a la sal. Algunas personas son muy eficientes para eliminar el sodio del torrente sanguíneo sin un aumento de la presión arterial y otras, conocidas como personas “sensibles a la sal”, no pueden excretar sodio sin que aumente su presión arterial. La edad es un factor en este fenómeno: la sensibilidad a la sal aumenta con la edad, por lo que una persona de 60 años puede ver una mayor reducción en la presión arterial por comer menos sodio que una persona de 20 años. La genética también juega un papel muy importante, aunque todavía se está definiendo.
Alrededor del 25 por ciento de la población adulta de los EE.UU., es sensible a la sal y un poco menos de la mitad de estas personas también tienen hipertensión. Es probable que las personas sensibles a la sal se beneficien al reducir su ingestión de sodio a alrededor de los 2300 mg por día recomendados (y en algunos casos, se aspira a niveles más bajos). Para las personas con una ingestión de sodio particularmente alta, se ha demostrado que una reducción de 1000 mg por día, reduce la presión arterial independientemente de alcanzar el objetivo recomendado.
¿El problema? Hasta el momento, no existe una forma práctica, asequible y fácil de evaluar la sensibilidad a la sal en el consultorio del médico. A pesar de que los investigadores han identificado algunos genes que pueden estar involucrados, aún no sabemos lo suficiente como para poder explicar cómo cualquier variación o más probablemente, una red de diferencias genéticas, afecta la presión sanguínea en los humanos. Para que los profesionales de la salud se centren en las personas que pueden beneficiarse más de la reducción de la ingestión de sal, aún se necesitan mejores métodos de diagnóstico.
…okay, entonces, ¿qué debería hacer?
A pesar de que se necesita mucha más investigación para determinar los mejores indicadores de la sensibilidad a la sal y encontrar mejores métodos para el diagnóstico, todos pueden tomar medidas para controlar la ingestión de sodio. La American Heart Association tiene una extensa lista de maneras de reducir la ingestión de sodio o mantenerla cerca de los 2300 mg por día, pero podrías empezar por leer las etiquetas nutrimentales para verificar la cantidad de sodio en la porción de tus comidas favoritas, escogiendo las versiones de sopas o caldos que dicen “bajo en sodio”, escogiendo frutas y verduras frescas para tus comidas y refrigerios y ser creativo al aromatizar tus alimentos con hierbas, especias y cítricos sin sodio”.
Todavía tenemos mucho que aprender sobre cómo la sal nos afecta a cada uno de nosotros personalmente, pero estas decisiones nos mantendrán en el camino correcto para tomar elecciones saludables.