Por Alyssa Pike, RD
1° de septiembre, 2021
¿Sabías que nacemos con la capacidad de autorregular nuestras señales de hambre y saciedad, que nos dicen con qué frecuencia y cuánto comer? Desafortunadamente, a medida que envejecemos, las señales externas, las reglas de “limpiar el plato”, las influencias de los medios, las presiones sociales y los comentarios equivocados de nuestros seres queridos, pueden nublar nuestra capacidad para escuchar y responder a esas señales internas naturales. Esta dependencia de señales externas puede comenzar muy temprano en la vida y conducir a una incapacidad para autorregular nuestro consumo de alimentos como niños y adultos.
Sin embargo, una forma en que los padres y cuidadores pueden nutrir y apoyar la relación de su hijo con la comida desde una edad temprana es a través de la alimentación receptiva. La alimentación receptiva es un término que se utiliza para describir un estilo de alimentación que enfatiza el reconocimiento y la respuesta a las señales de hambre y saciedad de un bebé o un niño pequeño. Dado que los bebés y los niños pequeños no pueden alimentarse por sí mismos, la alimentación receptiva requiere que un padre o cuidador esté consciente de los signos de hambre y saciedad de su bebé o niño y responda con prontitud y con apoyo emocional.
En pocas palabras, uno proporciona, el bebé decide.
¿Por qué es Importante la Alimentación Receptiva?
La alimentación receptiva es importante porque se debe alentar a los bebés y niños a autorregular su propia ingestión de alimentos. La capacidad de autorregularse se ha asociado con menos irritabilidad durante las comidas y la prevención del uso de alimentos para tranquilizarlo.
Los padres a veces dudan en practicar la alimentación receptiva porque les preocupa cómo esto puede influir en el estado de peso futuro de su hijo. También pueden estar preocupados de que si el bebé o niño pequeño esté comiendo mucho o poco, o no están seguros de lo que el bebé está tratando de transmitirles a través de diferentes expresiones faciales, movimientos de la cabeza o señales corporales.
Sin embargo, cuando los padres o cuidadores no practican la alimentación receptiva, corren el riesgo de anular las señales internas de hambre y saciedad del bebé, lo que puede llevar al niño a desarrollar una relación menos saludable con la comida, comer en ausencia de hambre y una incapacidad para regular las emociones y opciones de comida.
Cómo se practica la Alimentación Receptiva
Debido a que la alimentación receptiva implica que un padre o cuidador responda a las señales externas de hambre y saciedad del bebé, es importante estar atento a estas señales, tanto durante la lactancia materna o la alimentación con fórmula como cuando se ingieren alimentos sólidos. A continuación, se muestran ejemplos de cada uno.
Signos de hambre durante la lactancia materna o la alimentación con fórmula
Un bebé puede tener hambre si:
- Se lleva las manos a la boca
- Se emociona cuando hay comida presente
- Gira la cabeza hacia el pecho o el biberón
- Frunce los labios, se golpea o se lame los labios
- Tiene las manos apretadas
Signos de hambre al comer alimentos sólidos
Un niño puede tener hambre si:
- Se inclina hacia la comida y abre la boca
- Se emociona al ver la comida
- Enfoca y sigue la comida con los ojos.
Los padres y cuidadores deben responder calurosamente a estos signos y brindar opciones de alimentación lo antes posible.
Signos de plenitud durante la lactancia materna o la alimentación con fórmula
Un bebé puede estar lleno si él o ella:
- Empieza y detiene la alimentación con frecuencia
- Se despega con frecuencia durante la lactancia.
- Cierra la boca y gira la cabeza cuando le ofrecen el pecho o el biberón
- Escupe o empuja la comida
- Se inquieta o se distrae fácilmente
- Relaja las manos
Signos de plenitud al comer alimentos sólidos
Un niño puede estar lleno si él o ella:
- Escupe o empuja la comida
- Se inquieta o se distrae fácilmente a la hora de comer
- Cierra la boca cuando se le ofrece comida
- Se aleja de la comida
- Juega con la comida
Si un bebé muestra estos signos, los padres deben dejar de alimentarlo, incluso si el bebé ha comido menos de lo habitual o menos de lo que los padres o el cuidador quisieran que comieran.
Cuando los padres y cuidadores brindan una conciencia cálida y constante de las necesidades de su bebé a través de una alimentación receptiva, los bebés aprenden que su cuidador es confiable y digno de confianza, lo que fomenta su propia capacidad para autorregular la ingestión de alimentos.
Si un padre o cuidador está preocupado porque su hijo no está comiendo lo suficiente o no está creciendo bien, debe llamar a su médico y programar un examen para ver si hay algún problema que deba abordarse.